jueves, 27 de octubre de 2011

Certeza sensible y verdad

La primera figura de la conciencia en la Fenomenología es la conciencia espontánea, lo que podríamos llamar ''certeza sensible'' o la ''opinión''.


La certeza sensible se pretende la más concreta y la más rica, porque, al no estar aún mediatizada por ninguna elaboración conceptual, pretende estar a la cosa misma, sin perder de ella ni un solo de sus aspectos, de sus detalles, de sus determinaciones más insignificantes.


Si digo que ''esto es un mesa'', por ejemplo, en el concepto de mesa, estoy sacrificando una multitud de aspectos de la realidad.
La única manera de no perder nada de lo real es señalarlo en su absoluta individualidad: ''esto'', ''esto, aquí y ahora'', '' esto, aquí, ahora, es''.


Así pues, la conciencia, persiguiendo aislar la riqueza inabarcable de la relalidad más concreta, hasta lograr, supuestamente, aislar hasta la última mota de polvo sin confundirla con las demás.
La certeza sensible pretende estar nombrando lo más concreto, pero en realidad está nombrando constantemente una totalidad indiferenciada: el ser, el puro ser.


El ''puro ser'', el ''ser en general'', ese ser que no alcanza a ser ni esto ni lo de más allá, es -claro está- un concepto superabstracto.


Así, resulta que la conciencia sensible, sin darse cuenta, ha ido a parar al punto de partida de una de las obras más difíciles de la historia de la metafísica.


La certeza sensible, nos dice Hegel, se pretendía la más rica, y es, en realidad, la más pobre; se pretendía la más concreta, y es, en realidad la más abstracta.

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